¿López Obrador despedaza o es despedazado?


Para algunos AMLO despedazó a la jauría rabiosa de periodistas que Milenio le puso enfrente. Los gestos, exagerados, de Carlos Marín, las risas burlonas de Carlos Puig, y la sorna de las preguntas es prueba del encono que le tienen a López Obrador. Para otros, fue al revés: los periodistas hicieron preguntas incómodas a López Obrador quién, en concreto, respondió muy poco.
Los que ya estaban convencidos reforzaron su propia opinión: AMLO despedazó a los periodistas; o bien, lo evidenciaron -otra vez- como un demagogo.
Habemos, por lo menos, un tercer grupo de personas, quienes no estamos convencidos ni de una cosa, ni de la otra y por eso es que escribí esta breve reflexión.

El formato de la entrevista (que no fue debate) estuvo muy mal diseñado. Ningún periodista logró profundizar en sus cuestionamientos. Apenas iniciaba la discusión en algún tema y ya otro/a planteaba una batería de preguntas distinta. Esto le permitió a AMLO mantener, sin esforzarse demasiado, un nivel de respuesta sin compromiso. La culpa, por supuesto fue de quien diseñó el guión del programa.

Muy mal se vieron los periodistas "echando montón". Sí es notorio el encono, el recelo y la animadversión de algunos de ellos a López Obrador. Si eso sienten, no debieron presentarse porque la entrevista se desvirtúa. Entre preguntar con seriedad, con el fin legítimo de cuestionar a preguntar con rencor con el fin de dañar, hay una gran diferencia.

Las preguntas estuvieron mal planteadas. Cada periodista llegó con sus hojitas, las cuáles tenían preguntas escritas minutos antes. Ninguno preparó realmente sus preguntas con tiempo, con datos, con investigaciones previas. Se confiaron.

Pero López Obrador, tampoco respondió magistralmente, como sus seguidores han intentado posicionar en la opinión pública.

Pocas fueron las respuestas que López Obrador dio con claridad y muchos, quienes no estamos convencidos de su candidatura, y no sólo pedimos, sino exigimos, respuestas claras a los temas de importancia nacional, quedamos más inciertos que antes.

Si la intención de las preguntas no era cuestionar, sino dañar, la intención de las respuestas no fue clarificar, sino evadir.

¿Cómo va López Obrador a interpretar "lo que el pueblo diga"? ¿De dónde va a sacar los millones de pesos que obtendrá del freno a la corrupción? (el presupuesto sigue siendo el mismo: bien empleado o corrompido el tamaño del presupuesto no cambia) ¿cómo va a lograr detener a la violencia? ¿o el freno a la corrupción? No respondió nada concreto, por lo menos, nada que alguien que exija una respuesta clara, pueda aprobar.

Lo poco que aseguró sí espanta: echar para atrás las reformas y también el nuevo aeropuerto.

Se puede estar de acuerdo con López Obrador en todo lo que es obvio: hay que darle oportunidades a los jóvenes, hay que revisar los contratos, hay que mejorar la distribución de la riqueza, eliminar a los poderosos de siempre. Nada de eso es problemático, sino el cómo se va a lograr. López Obrador va arriba en las encuestas y, como él es favorecido, por primera vez, las encuestas no mienten; pronto sabremos cómo funciona este acto milagroso...

Hay cuestiones que son risibles: dijo querer ser como Juárez (Juárez se reeligió 4 veces), ser como Madero (Madero era un demócrata, pero le faltaron los cómos y por eso se reactivó la Revolución), ser como Cárdenas (Socialista, se opuso a las reformas liberales de Juárez y a las conservadoras de Madero).
De la entrevista, sin embargo hay dos cuestiones importantes, que el día de hoy no dicen mucho, pero serán útiles en el futuro: afirmó que no se va a reelegir y sí, se considera infalible.

Los compromisos: disminuir la violencia (delincuencia, robos, homicidios...) o si se prefiere: aumentar la seguridad nacional un 30%.

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