Entre papalotes y veletas
Cierto es que el 2 de febrero es un día con genio. Hoy miles, quizá millones, de peregrinos descansan en la sombra de los santuarios y se guarecen de los primeros vientos preñadores. ¿Por qué? ¿Por qué el 2 de febrero es importante? (nótese que no es una pregunta que se le pueda cuestionar a cualquier día) El 2 de febrero marca el final de las heladas, determina el inicio de los vientos que llevan consigo la esperma, la semilla de la renovación anual. Por esa razón se levantan los niños, se comen tamales, empieza por fin el año del tiempo eterno, en el que septiembre es el mes séptimo y octubre el octavo, el Sol viene con sus flechas, regresa a su posición equinoccial, restaurando y madurando la bóveda temporal, la arquitectura de nuestra constitución. Este caracol, este algodón-sin-cardar, esta oreja de viento que calienta nuestros días y nos impulsa por el espiral de bucles majestuosos que generan el azar de nuestra Constitución. Estos días brumarios, estos febreros, tiempo de papalotes y veletas
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